lunes, 23 de enero de 2012

Condenada Góndola Congelada




Como quieres que no te quiera,
si reconozco que mi coco
camina loco y desbocao,
con únicamente cristalizarse
contra los recuerdos del calor
que compartíamos candentemente,
cayendo en el caos enriquecido,
con la locura del cuerdo
que nunca acaba y poco cambia,
porque me conozco,
se me enquista el cráneo
y cada bocado encanta,
con la discusión continua
del que se come el rosco
por la culpa que carga
del continuo desconsuelo,
que no solo no cura,
si no que se clava,
cayendo los quereles
y caramelizando el credo
que saqué de tus cariños
cancerígenos de cuerpo completo,
y ¡coño! no escarmiento
sigo encoñao de lo único
que encantaba a mi corazón,
y compito conmigo
esquivando contestaciones
que equivocadamente me conmueven
con la delicada acritud
de tus caricias crudas
y poco escrupulosas,
que me queman
cuando quiero estar contigo,
cansado de barricadas,
de cremas anticategóricas
que coartan mis requiebros,
y encarrilan mis reconcomes
cuando las carencias del querer
claman tu verde clemencia.

jueves, 19 de enero de 2012

Este es el cuento el cuento recuento que nunca se acaba

Érase una vez tú,
érase una vez yo,
érase una vez nosotros,
érase una vez un sueño
de cuento infantil,
con principio más que feliz.

Érase que se era
la era más dichosa intertemporal,
donde las casas de gominola
no tenían bruja dentro,
y los lobos eran tan mansos
que cuidaban los corderos.

Érase una caricia,
tan dulce como efímera,
tan duradera como un pestañeo,
tan increíble como reconfortante,
tan extraña como idiota
es el que la recibió.

Érase una historia al revés,
érase un gato panza arriba,
érase una mecha mojada,
érase una perdiz perdida
cuando iba de camino
a ese futuro alegre final.

Érase una vez tú,
érase una vez nosotros,
érase una vez yo,
érase una vez yo,
esa vez que se quedó en yo.