jueves, 19 de mayo de 2016

La boca agua

Lo que daría por comerte los morros,
tanto de pie, como de rodillas
y viceversa,
pero sobre todo lo segundo,
así, hasta que de la humedad
me broten juncos
en las comisuras de mi boca,
que fluya el manantial,
que caiga la cascada,
que tenga que limpiarme
desde la nariz hasta la barbilla,
pero sin pasar por el bigote,
que quede el cerco,
como el que deja la espuma de la cerveza,
que así perdure el sabor de la hazaña,
y que esto no quede solo como un refresco
para calmar la sed del que viene del desierto,
aunque sí sea oasis,
maná, néctar de los dioses,
y que se vea como escorrentías,
frutos del trabajado deshielo,
que no vino solo,
llegaron acompañadas de gritos,
clamos al cielo, apretones,
ojos cerrados y en mi pelo tirones.

Evangelio desde mi cruz: Las bodas de tu risa en mi sien

Goma de mascar entre mis muelas,
nuevo sabor a bilis y sangre infecta,
el único que uso desde hace tiempo,
para quitarme el regusto de la esponja,
esa embadurnada en agua y vinagre
que recibo de cualquiera 
desde que estoy aquí colgado,
aunque lo de colgado ya estaba de antes,
desde el momento en que de noche en tierra hostil,
transformé tus taras en mis mayores deseos,
como si se tratase del agua en vino,
el primero de mis mierdilagros,
el primero de mis clavos,
el primero que no sacará ningún otro.