lunes, 9 de septiembre de 2013

Rallada y miel



Famélico de letras malabarista,
alimentado solo por el ron a palo
e ilusionado por el visionado y gusto de la soberana,
erigí castillos de naipes en el aire
para la relinda princesa de tabaco mendiga
y presencia doblemente efímera,
que creó recíprocamente asombro y gravedad,
pero que las lenguas de alquitrán
parecieron difuminar en la M30,
mientras que la pintura de las plantillas
marcaba mi cabeza con una L de lerdo,
y como no podía ser de otro modo
al final como en todo quedé solo
y sólo me quedó tu enfermedad...
aunque cada vez más marchita.

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