El té de ver
ha dejado de tener ese regusto a superioridad,
para dar paso atrás de nuevo,
a ese sabor amargo tan característico,
tan a cerveza, charla y tinta,
tan a vaqueros ajustados y chaleco camel,
tanto, que prácticamente puedo saborear el humo
inducido por su flauta de Hamelín,
coral de su fondo marino de lágrimas,
donde ahogaba máscaras samurais
con la misma facilidad
con la que se derrite un hielo en Julio,
perpetuo en su dorado estío,
ese que ya bañó un andén antes,
el primer tren fantasma aquí,
uno de tantos,
que por no,
se astillaron e hicieron estaca,
y eso,
o se estirpa,
o mejor,
se tala.
sábado, 31 de octubre de 2015
domingo, 4 de octubre de 2015
El arroz tres delicias más grande del mundo
Sácame de aquí,
indúltame,
la bala ya la malgasté
viendo el intercambio de rehenes,
incrédulo ante la pasividad,
ante mi salto de fe,
matando mi sueño,
aunque no creas, por los tuyos.
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