A pesar de caminar en el alambre,
cruzar el cañón es lo de menos,
y no me cuesta admitir,
si me lo pides,
que los vértigos no son negros,
si no hipnóticamente azules.
Que los vértigos no son negros,
si no afiladamente rosados
a la par que esponjosos como nubes de azúcar.
Que los vértigos no son negros,
si no nacaradas perlas en ristra
que al brotar calientan el espíritu.
Que los vértigos no son negros,
si no, a pesar de lo obvio
como colofón absoluto,
Es esa melodiosa narrativa
que deja ver a través de ella
unas fuertes raíces que sustentan ese todo,
un tallado tronco que lleva escrito ese camino,
una espectacular corona dorada ,
donde follaje y ramas bailan cuerdas
llenas de vida y paz según me adentro.
Pero sobretodo,por egoísmo humano,
los vértigos no son negros,
sino diminutos brotes verdes
que espero que el otoño no haga caer
y resulten en innumerables hojas
garabateadas llenas de verbos
que conjuguen con, en vez de con ver.