viernes, 7 de marzo de 2014

Estaré aquí -prometió él -. Esperándote. El tiempo que haga falta.



Me condenas a vivir una libertad,
que yo no quiero.

El confort de tu alfombra
en el suelo, aunque duro, como a veces
tus palabras, pisas cada día,
embriagándome con tu aroma,
haciéndome mover el rabo,
al son del vaivén de tus caderas,
por el pasillo, hasta tu cuarto,
te persigo,
por tu casa, que ahora es la mía,
pues legalmente te pertenezco,
con instrucciones simples vengo
y fácil de contentar me declaro
pues solo quiero alimento, cariño,
una pizca de atención, cama y comida,
y a cambio, te venero tanto a ti,
como todo lo que tocan tus manos,
que lo convierten en objetos de deseo
y dignos de cuidar con mimo,
como a ti.

Y es que vivo feliz encadenado,
siempre que tú estés al otro lado de la cadena,
o en su defecto la pata de tu cama,
y te daré la patita con solo pedirlo,
porque sarna con gusto no pica,
y si un día me pisas yo te lameré la cara,
porque si me acaricias,
el dolor ahuyentas y mi felicidad aumentas.

Ya, ya sé que prometí dejar de hurgar en tu basura
mas tus sobras, me sacian más que un 5 tenedores,
así que no me abandones,
recuerda el "él no lo haría",
que prometo no ladrar mucho
y llevarte cada día el desayuno a la cama,
no lo pienses, abre la puerta,
y ve untándote la mermelada.

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