miércoles, 25 de marzo de 2020

Harakiri deshonroso

Siempre he sido inverosímil,
como una constante historia de tabernas,
he vivido atormentado calándome,
y sin calar, más de una vez
y menos de lo que querría,
a pesar del riesgo,
siempre fui un temerario
en la materia de regalar vísceras,
pues más que ofrendas,
lo veía como devoluciones altruistas
cual sobre en negro en negro precipitado
de un cabeza de familia
cuya prole depende de esa maldita celulosa,
total, de célula a celulosa,
no hay tanta diferencia,
y aunque al final se cosieran las comisuras
y acabara gangrenado a fuego,
decir las letras incorrectas, a propósito,
sólo era como una salida de emergencia,
una barra antimiedos del juego de la soga,
donde cada hebra surcando mis palmas,
no eran si no agujas infectas
que derivaban en vocablos,
que como brazadas en arenas movedizas,
atrapaban en contra de lo pulsado
pigmentando un poco más el interior.

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