Nubes grises de pelusa,
hojas desmayadas y marrones,
día suicida y lloroso,
ambiente contrarreloj,
agobio en los maletines,
sudorosos bolígrafos desangrándose
en la cárcel de sabiduría,
mientras la libertad,
corre por las venas de alquitrán,
al otro lado del cristal.
Día aciago y correoso...
Pero al filo de la escalinata,
una singularidad brillante arriba,
y un solo momento basta
para que las hojas se eleven
y que el sol salga envidioso,
hace que crea,
hace que piense,
hace los nervios,
y nace la ilusión,
por el recíproco calor
de un abanicado vaivén,
un zurdo vellocino dorado,
una oscura proyección perfecta
y una marfílea curvatura.
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