Parpadea el fluorescente,
la pólvora está mojada,
el rocío pepinero,
las tormentas veraniegas
y los monzones de antaño
la humedecieron, y enterronaron la arena,
dificultando su precipicio en lo estrecho,
congelando momentos,
desestimando otros,
arrojando lo dicho sobre la dicha,
aplastada,
sepultada bajo letras desordenadas y notas,
cuyos bordes zigzagueantes y afilados como garfios,
arrancan mi motor,
y no precisamente para ponerlo en marcha.
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