martes, 20 de marzo de 2018

Qui sap què

Miro las manecillas del reloj,
las escucho,
constantemente,
las siento,
juzgándome inquisitivamente,
camufladas,
marcando un compás de pie quebrado
en el que los únicos pies existentes
son capilares, carne, músculo, plasma,
que constriñen en cada escalada,
a pesar de haber digerido la indiferencia,
a pesar de que los gramos que se creían de vuelta,
los volviese a olvidar en una hoja de cuadros,
inofensiva, a cara perro, fuera de zona mullida,
unos 21,otros 7000,
cada uno lo que puso en el tapete,
a pesar de jugar solo con las fichas de uno,
all in bilateral,
y aun con todo, nunca suficiente,
solo vocablos enormes
que anudan corbatas de soga,
ojos enfermos que amenazan
de la forma que Twitter anhela,
y patean el taburete donde apoyaban
entregadas, desnudas,
las quimeras a paso cambiado.


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