miércoles, 28 de diciembre de 2011

Apología del ciego



Miradas roncas
que se perdían alocadas
en el vacío de los signos de interrogación,
pasaron al ansia desnuda
y a los sentimientos puros
venidos inesperadamente desde un amanecer.

Las cruces se sucedieron
y las incesantes lombrices
se retorcían entre alegres e intranquilas
en mi barriga de novedad cambiante.

Y llegó el momento de grabar con fuego
aquello que hice y que con ello conseguí
que se parase el tiempo,
mientras me elevaba, y se alejaba el mundo
que se ponía a mis pies.

Las alegres muecas en mi cara
se contagiaban al paso
como si de un bostezo se tratase,
al son de mis pisadas
al bailarte el agua.

Pero la vida es corta
y su envidia grande,
por lo que sacó su hacha
y cortó el árbol que planté
con mis semillas cardíacas.

Y se marchó,
y se llevó consigo el fuego de mi vela,
y la vela de mi velatorio,
me transformó en el payaso triste
y el espantapájaros amigo de los cuervos...

Nadie es perfecto...
TÚ eres mi nadie.

A.O.M.

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