martes, 4 de diciembre de 2012

Sí, si ya se lo de Sisí, que no cabe en sí.

No,
negación obligada,
fuente de llantos
y desierto de risas,
noes que destruyen
castillos en el aire,
noes presupuestos
que no dan ni licencia de obra,
no niegues que nunca
has negado con un no
que frustró una comida o una cena,
un no,
que transformó energía cinética
en apatía crónica,
noes que aunque no se sepan,
se saben,
noes que cerraron puertas en la niebla,
o que cerraron piernas en un lecho,
noes que se llevan siempre,
aunque no son siempre una carga,
noes que hunden barcos
y sacan otros a flote,
noes que son de paso entre las orejas,
noes que no son noes,
que son noes disfrazados,
que se enmascaran en vergüenza,
en miedos, inseguridades,
o en las palabras del público y crítica,
noes que rompen esquemas,
incluso noes que a punta de navaja
arrancan sonrisas de dolor,
no es estúpido,
pero tampoco es bueno
casarse con un no,
y aunque algunos son natos,
otros se los tatúan con los años,
noes que no están latentes,
pero si investigas, salen,
y a la vez si te rozan,
y los paras se transforman
y si no, te atropellan,
intereses que generan noes,
preguntas que generan noes,
y un no, si ya me lo veía venir,
y no es que lo niegue,
pero, Áurea, tampoco puedo afirmarlo.

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